lunes, 3 de diciembre de 2012

Cinco chicas, una historia


Capitulo 1

“Las palabras no tienen alas pero pueden volar mil kilómetros"
                                                                                    (Proverbio coreano)


Estaban las cuatro esperando el vuelo, el día había sido agobiante, las horas habían pasado rápido, ya sus familias se habían despedido y no quedaba nadie. Solo cuatro amigas ansiosas,  en medio de un aeropuerto internacional, con dos pares de boletos a Seúl. El altavoz anunció el vuelo que estaban por abordar, todas se miraron sonrientes.
- ¿Se dan cuenta que es la primera vez que viajamos todas juntas? – Preguntó Janet muy entusiasmada.
- Esto va a tener que estar bueno… - Anticipó Morena y todas se empezaron a reír en señal de aprobación.
De pronto el celular de Cassandra comenzó a sonar.
- ¡¡¡Regi!!! ¿Cómo estas? - Todas empezaron a hablar a la vez a través del teléfono – ¡Ya casi estamos subiendo al avión! 
- ¡Decile que nos tiene que esperar en el aeropuerto entre las 21 y las 22! – Sara miraba constantemente su boleto.
- Decile que llevamos mas valijas que bombachas... – Dijo Morena guiñándole un ojo al teléfono, como si su amiga pudiera verla.
 - ¡¡More!! – Gritó Sara mientras la empujaba amistosamente por el atrevimiento.
 - ¡Que compre comida! – Le pidió Janet, que si bien ya había desayunado en grande, comenzaba a frotarse el estómago, pensando en el hambre que tendría al bajar del avión.
- ¡Esperen que no escucho! – Pidió Cassandra algo nerviosa - Quedate tranquila, Regi, vamos a llegar bien, no tenemos tantas cosas y no necesitas comprar comida, vamos a comer en el avión… ¡nos vemos en 12 horas! - y cortó rápidamente. Todas subieron al avión, se sentaron de a pares en dos filas contiguas de asientos para tres personas, Cassandra sacó un libro y comenzó a leer, para tratar de pasar un poco el tiempo antes de dormirse, Janet, que estaba junto a ella, cerró los ojos y se durmió en menos de lo que esperaba, Sara encendió su playlist y se colocó sus auriculares, Morena, sentada a su lado, abrió una bolsa que tenía una pila de revistas que habían comprado por si se aburrían en el viaje, eligió una al azar y la comenzó a hojear.
En una hora o un poco más todas quedaran dormidas, restaban once horas para llegar a Seúl, Regina también pensaba en descansar un poco, a pesar de que allí era de día, todavía le quedaban cosas por hacer de la universidad y luego iría a dormir para esperar a sus amigas que llegarían a la noche, pensaba en todo el tiempo que había pasado sin verlas, eran como sus hermanas, así eran todas, pensaba qué cosas interesantes podían hacer en Seúl, les costaría acostumbrarse como le costó a ella, pero más le costaría a los coreanos acostumbrarse a sus amigas.
En el avión, Sara se había despertado y fiel a la frase “Si yo no duermo, no duerme nadie”, comenzó a despertar a sus amigas, primero a Morena por estar junto a ella y luego, entre las dos, a Janet y Cassandra. Conversaron sobre las cosas que harían una vez en Corea, los lugares que debían visitar, las comidas que no podían dejar de probar, los shoppings en los que debían pasear y también en las personas que conocerían. Se emocionaron mucho con todo esto y empezaron a armar un alboroto con tantas risas. Tan así, que unas señoras en los asientos contiguos las miraron con reproche y las chicas se calmaron… un par de minutos.
- Bueno, chicas. Prepárense para romper corazones coreanos. – Dijo Cassandra muy divertida con la idea y un par de nativos que estaban volviendo a su país la entendieron y le dedicaron una mirada llena de reprimenda.
- ¡Shhh…! Que te escucharon – Janet le propinó un codazo y Cassandra agachó la cabeza algo avergonzada.
- Yo te apoyo, Cass. Que no quede títere con cabeza.- Morena se había dado vuelta  asomando la cabeza entre los dos asientos y con el mutuo apoyo se hicieron una seña al estilo “Fighting”. Sara se limitó a abrir bien grande sus llamativos ojos al escuchar lo que Morena susurró y Janet se resignó ante la incontrolable libido de sus amigas que rompieron en carcajadas-
11 horas después…
-Me duele la cabeza de tanto dormir…- Janet comenzó a estirar su cuello y a girar los hombros.
- A mi también me duele un poco, ahora busquemos un bar o algo para tomar café, necesito uno bien fuerte. – Sara sacó un peine y comenzó a arreglar su cabello, que estaba un poco alborotado.
- Lo mismo digo… - En este caso, el cabello sí estaba bastante alborotado, pero tantos años le habían enseñado a Morena que no se puede remar contra la corriente.
- Si, chicas, pero primero hay que buscar a Regina. - Todas empezaron a mirar para los lados, estaban paradas en medio del aeropuerto Inchon, el aeropuerto internacional de Seúl.  Había tanta movilidad que parecía imposible poder encontrar a alguien pues estaba lleno de  turistas, claro, pero todos parecían apurados e iban y venían a cada segundo. Y ya que la mayoría eran coreanos, era difícil reconocer a alguien.
- Gracias a Dios que Regina no es coreana… - Comentó Sara, que el ver tantas veces las mismas caras la estaba poniendo ansiosa.
- Totalmente de acuerdo, necesitamos un café ahora… - Pidió Morena que ya se sentía adormilada por el compás de la gente al ir y venir.
- ¡Pero qué café ni café! ¿Vieron este lugar? – Dijo Janet. Realmente ninguna había prestado mayor atención desde que habían bajado del avión, era un lugar inmenso, lleno de negocios, tiendas de grandes marcas. Si no hubiesen aterrizado en aquel lugar hubieran jurado que era un shopping, tenia parte del techo vidriado, varios pisos, prácticamente gigante.  Era increíble. Ellas estaban paradas cerca de una columna donde habían apoyado sus valijas, y miraban hacia todos lados.
- ¡Allá esta! – Gritó eufórica Cassandra.
Todos pudieron ver en la dirección que apuntaba el dedo de su amiga. Allí estaba parada Regina, con los brazos hacia arriba, casi corría hacia donde estaban ellas. Su amiga se distinguía bien de todos los coreanos. No era muy alta, pero era muy occidental, tenia el cabello negro y rizado hasta casi la cintura, era menuda pero bien formada, sus ojos eran cafés, su tez tostada y su sonrisa contagiosa. Parecía muy abrigada con su buso blanco con estampados graciosos, su campera y esas botas color natural tal peludas sobre su jean rojo.
Corrió hacia sus amigas. Ninguna pudo evitar el alivio que fue verla, se la veía tan bien. Ella estaba en Corea por un intercambio estudiantil que duraba un año. Siempre le llamó la atención la cultura asiática así que había tomado algunas clases de coreano y japonés, cuando le propusieron ir a Seúl no lo dudó un segundo. Estaba allí hace casi seis meses, había ido en Julio, en primavera y le había encantado, casi todos los días hablaba con sus amigas, por skype, por e- mail, por teléfono, de todas las maneras en que pudiera comunicarse. Les contaba lo fascinante que le parecía Corea, lo amables que eran los coreanos con los extranjeros y aunque a veces podían parecer extraños o diferentes a los occidentales, no dejaba de ser una cultura interesante. Todos esos meses, planearon ese viaje para poder pasar todas las vacaciones juntas y visitar a su amiga antes que regrese. Había intrigado a todas con sus historias de Corea. Y ahí estaban, todas juntas, en un país casi remoto, con una cultura opuesta. Pero estaban juntas por fin y solo en eso pensaban.
- ¡¡¡CHICAS!!! – Regina las abrazó una por una, todas empezaron a reírse y a gritar al mismo tiempo, al mejor estilo de un rencuentro de amigas occidentales. La gente que pasaba por ahí las comenzó a mirar y pasaban más rápido si iban por su lado.
- ¡No puedo creer que estén acá! ¡Ya las extrañaba! – Dijo Regina con una enorme sonrisa en la cara.
- ¡Por supuesto que nosotras también! Ya no veíamos la hora de llegar. – Cassandra era ligeramente parecida a Regina en algunas cosas, era menuda, de proporciones parecidas, de cabellos oscuros solo que con un corte carré y lacio, de ojos cafés, piel mas blanca y facciones finas, llevaba tacones, un vestidito mini negro con pantimedias negras – ¡Hace mucho frio! Sabíamos que era invierno pero no para tanto. - Se puso un tapado color mostaza, que resaltaba el negro se su cabello y su ropa.
- Creo que perdí la noción de los días, todo pasó tan rápido. ¡Qué bueno que podemos estar todas! - Janet era diferente a Cassandra y Regina, era un poco más delgada, más alta, con el cabello largo y lacio de color castaño, ojos grandes, labios gruesos y con una risa sonora que asustaba a los coreanos que pasaban. Llevaba jeans medianamente ajustados, borceguíes y un suéter holgado que cubría su torneada cintura, tenía un aspecto casual  que le quedaba muy bien.
- ¡Por Dios! Corea es fantástico, ni siquiera entramos al país todavía, pero ya me parece fantástico – Morena era tan occidental y latina, que los coreanos tuvieron que mirarla dos veces, tenia tez morena, cabello negro enrulado hasta por los hombros, ojos grandes y cafés, estatura media, cuerpo bien definido y curvilíneo, llevaba unas botinetas con tacos, unos jeans ajustados, una camiseta coral ajustada y una chaqueta negra.
- Reconozco que hasta ahora Corea me parece interesante, más de lo que esperaba. ¡Estoy feliz de verte, amiga! Vamos a salir. Tomemos algo por ahí, ya quiero ver la ciudad. -  Sara era la más blanca de todas, pero con cuerpo latino y casi tan curvilíneo como Morena, el cabello rojo lo llevaba ondulado y medianamente largo, tenía los ojos grandes e intensos de un color casi chocolate, nariz recta y llevaba maquillaje que se retocaba a cada rato. Tenía unos jeans negros y unas botas altas, un sweater algo ajustado que marcaba su cintura , bolso casi gigante del color canela de sus botas y un pañuelo en el cuello, que hacía juego con su atuendo en general. 
Agarraron todo su equipaje con la ayuda de Regina y salieron del magnifico aeropuerto. Al salir, Regina notó la fascinación en los ojos grandes de sus amigas al ver Seúl de noche. Una capital muy al estilo norteamericano y occidental. Repleto de luces, edificios altísimos y autos llamativos. Ya eran las nueve de la noche y había tanto movimiento, como si fuera pleno día.
- Hay mucha gente por que ya es fin de semana. A esta hora la gente ya salió de trabajar y van a tomar algo antes de volver a sus casas. – Les comentó Regina.
- ¡Wow! Esto es alucinante. – Morena iba mirando los edificios y los autos.
- Me encanta, no pensé que fuera tan así. – Cassandra iba prendida del brazo de Regina.
- Habíamos visto algunas fotos, pero definitivamente no se compara. – Dijo Janet mientras caminaba algo distraída.
Pararon un taxi, que por cierto era plateado, no como los amarillos y negros que hay en América. El señor del taxi, bajó para guardar sus valijas y las colocó en el baúl una por una y algunas sobre el techo. Sara llevaba una guitarra entre su equipaje y el señor del taxi la tomó sin cuidado.
- Señor… ¡cuidado con esa guitarra! – El señor le contestó algo en coreano tan rápido, que ninguna entendió. - Le digo que tenga…- Entonces Regina le habló al taxista en un coreano muy fluido y todas quedaros sorprendidas. Sabían que su amiga tenía una buena base del idioma, pero había perfeccionado mucho su coreano, tanto que hasta sonaba igual de cotidiano que el de todos. El taxista sonrió e hizo un gesto con la cabeza, parecía amable pero a Sara no le cayó bien.
- ¡Regi, tu coreano es perfecto! – Dijo Cassandra sonriendo a su amiga. Cassandra y Morena sabían un poco, porque habían tomado un pequeño curso por internet, pero la gente hablaba tan rápido que era difícil de entender.
- ¿Quieren que compremos comida y comamos en el departamento? Mañana, como es domingo, no voy a tener que ir a la universidad, así que podemos salir a conocer Seúl, ¿quieren?
- ¡Más te vale! - Dijo Janet. Todas estuvieron completamente de acuerdo y volvieron a reír, se empezaron a contar cosas, alzando un poco la voz de cuando en cuando y reían sin parar. El señor del taxi las miraba por el espejo retrovisor, eran chicas muy lindas, pero muy occidentales para su gusto y para su país. Eran muy llamativas y eso le chocaba un poco. Pensaba que tendrían problemas si eran así como imaginaba, aunque una de ellas hablaba un perfecto coreano, sabia que era igual que las demás, no seria fácil para ellas siendo como eran, permanecer en Corea sin inconvenientes. Los occidentales siempre le parecieron tan irrespetuosos, creyéndose mejores que todas las demás culturas, con ese ímpetu y esa vanidad. Pararon frente a un edificio, el taxista volvió a bajar para ayudarlas a descargar las valijas y las observó mientras entraban al edificio. Sí, eran muy bonitas, definitivamente llamarían la atención de todo Corea, bien o mal, pero llamarían la atención.
El departamento de Regina estaba muy bien decorado, al mejor estilo de soltería. Tenía un corto pasillo de la puerta al centro del lugar. A la derecha estaba el living, el baño y su habitación y a la izquierda estaba la cocina, con una barra desayunadora y una mesa para el comedor, en el medio de la pared, al final del departamento, había una puerta de vidrio corrediza que llevaba a un pequeño balcón. Al llegar se descalzaron, porque todo el piso estaba forrado con una alfombra de color natural, a excepción de la cocina. Empezaron a sacar algunas cosas de las valijas y nunca paraban de hablar. Encendieron el televisor.
- ¡Dios, no entiendo nada! Necesito aprenderme algunas palabras. – Se decidió Sara que ya empezaba a sentir el peso de no poder comunicarse.
- No te preocupes, yo tampoco entiendo, vamos a tener que pedirle a algún coreano que nos enseñe…- Dijo Janet riendo pícaramente.
- Yo iba a decir un curso por internet… pero… - Sara siempre era la más conservadora a la hora de hacer chistes pervertidos y hablar con doble sentido.
- Nada de cursos, chicas. No va a ser tan difícil supongo, además sabemos ingles. - Recomendó Cassandra mientras elegía una tanga para ponerse después de ducharse.
- Sí, pero a mí me gustó igual la idea del coreano. – Bromeó Morena que siempre estaba dispuesta a aprovechar cualquier palabra con doble sentido.
- Jajaja… sí, lo del coreano es interesante y no les va a servir mucho saber hablar inglés, porque acá la gente no habla mucho el idioma, en los colegios estudian inglés, pero no se puede mantener una conversación fluida con nadie, sólo si saben coreano. – Dijo Regina y desinfló a varias.
- Eso me suena a problemas. - Janet comenzó a imaginar situaciones problemáticas con algún coreano que no la entendía. La fantasía terminaba en que ella golpeaba al muchacho por incompetente.
- Ya nos vamos a arreglar. – Dijo Cassandra, que ya había seleccionado una tanga. Todas se bañaron y cenaron mientras seguían hablando y no pararon hasta entrada la madrugada.
Janet se durmió en la alfombra con un almohadón.
- Creo que deberíamos ir a dormir, ya los ojos se me cierran. – Propuso Cassandra, sintiéndose muy cansada. Todas asintieron y pusieron colchones en el living y ahí se acomodaron para dormir
- ¡Mañana será un gran día! – Gritó Morena que no podía despedirse sin hacer un poco de escándalo antes.
- Si… tengo buenas expectativas para mañana. – Murmuró Sara mientras se acurrucaba en su almohadón. Todas asintieron sonrientes. Y se durmieron sin más.


El día estaba hermoso, las temperaturas en invierno eran muy bajas casi rozaban los 5° grados. Pero el cielo se mostraba despejado y el sol brillaba de maravilla.
- Es un día hermoso para salir - Dijo Morena mientras peinaba su enrulado cabello.
- ¡Si! es verdad, hoy va a ser un gran día. Desayunemos, ¡así lo aprovechamos al máximo! – Dijo Regina y ya se escuchaba el tintineo de la cafetera y las tazas.
- ¡Hay que abrigarse, chicas! No nos queremos enfermar y perdernos días en cama. – Aconsejó Cassandra, que tenía tendencia a resfriarse con facilidad en invierno.
- Este verano me parece que no vamos a tener playa…Tendremos dos inviernos en el mismo año. – Se lamentó un poco Sara.
- ¡Estamos en Corea! ¡Que se joda el verano! - Dijo Janet mientras se desperezaba y todas rieron.
- ¡Si! Vamos a desayunar. Así salimos, quiero comprar algunas cosas...
Mientras tanto Cassandra y Regina  preparaban el desayuno en la cocina. Ya habíamos dicho que tenían cierto parecido físico, pero de carácter eran muy distintas. A menudo la gente solía confundirlas por hermanas. Regina tenía un carácter amable, apacible sin dudas, jamás hablaría mal de nadie, era positiva ante todas las cosas y siempre veía el vaso medio lleno. Eso ponía en desacuerdo a Cass, ella no era así, era mas bien reacia a muchos sentimientos, trataba de no demostrarlos tanto, era mas bien desconfiada hacia las personas que no conocía, pero tenia su lado amable y cálido con las personas que quería.
Todas desayunaron abundantemente, ya que todo el tiempo que durmieron y las  horas de viaje les habían abierto el apetito.
- No me gusta llevar mucha ropa, me voy a abrigar  solo lo necesario... – Avisó Morena, al ver que todas se ponían sacos, camperas y botas.
- More, ponete una bufanda aunque sea... – La retó Cassandra que ya estaba lista.
- ¡Bufanda si! Y tapado, guantes y chau. Nada más…
Morena tenia un carácter fuerte, como su naturaleza lo dejaba a la vista, era sencilla y amable, trataba bien a las personas mientras la traten igual a ella. No soportaba la gente de mal humor. Hacía bromas casi todo el tiempo. Así era ella para todos, la quieran o no.
- Todavía tengo sueño... – Janet se frotaba los ojos y bostezaba exageradamente.
- Y si no querés tomar café, querida. – Saltó Sara, la defensora de las infusiones calientes.
- ¡Ya sabes que no me gusta!
Janet y Sisi eran las más incompatibles de todas, parecía como si casi siempre peleasen, pero no lo hacían en realidad, así eran ellas. Janet era autentica, para todos era de la misma forma, con sus defectos y virtudes ella era así. Le gustaban las cosas en su estado natural, era neutral frente a un conflicto. Defendía lo que pensaba y amaba la naturaleza. En cambio Sara, era totalmente opuesta. Era amable con quienes quería y cuando no, se los hacía notar, era consumista por demás, le gustaban las cosas caras y le molestaba cuando la gente no pensaba igual que ella. Todas y cada una de ellas, con sus defectos y virtudes se aceptaban, y eso era lo que las hacia fuertes. Siempre estaban ahí para la otra en cualquier tipo de situación. Eso era algo que nadie podía romper.
Salieron al sol del mediodía en Seúl. Todas muy  abrigadas y Morena que se resistía a llenarse de ropa, se había puesto unos jeans ajustados, unas botas negras taco alto, tapado negro y un bufanda blanca, como sus guantes.
- Pensándolo bien, me hubiera puesto una camiseta de mas... – Se rindió casi tiritando, porque el día estaba muy frio, era necesario ir por donde daba el sol. Caminaron por el centro de Seúl, había infinidad de negocios, llamaba la atención que casi ninguno tenía carteles en ingles, todo era coreano.
Regina les explicaba que a veces los coreanos podían parecer descorteces o mal educados, ya que podían golpearte y empujarte sin pedir disculpas, pero era parte de su cultura y ellos no lo veían como mala educación. Más bien, era una costumbre que la gente se agolpara por las calles, todos te empujaban sin ningún reparo. Lo tenían que aguantar, aunque Janet ya se había enojado varias veces.
- Mas tarde podemos encontramos con algunos amigos, para tomar algo a la noche. - Les decía mientras entraban en un café que habían elegido al azar.
- ¡Si, claro! Eso estaría bien ¿No? - Agregó Cassandra efusivamente y todas asintieron. Tenían curiosidad por saber de los nuevos amigos de Regina. – ¿Y a qué lugar suelen ir? Nos dijiste que iban mucho a los karaokes, la última vez...
- Si, acá en Corea es muy común ese tipo de lugares, la gente es casi adicta a ellos. - Le explicaba Regina. Entraron en aquel café que les llamó la atención, era muy colorido, lleno de diferentes tonos pastel, que tal vez no fueran la mejor combinación, pero extrañamente  quedaba bien. Había varios grupos de personas sentadas allí, hablaban fuerte y la gente se volteo para mirarlas.
- ¿Me parece a mi... o todos nos están mirando? – Preguntó Sara, casi susurrando mientras se sentaban en una mesa alejada de la multitud.
- No, no te parece. –Morena confirmó las sospechas de Sara al saludar con simpatía a un grupo de chicos de una mesa cercana, que escondieron sus cabezas y empezaron a murmurar alterados.
- No hace falta que susurremos, igual no entienden lo que decimos... – Les recordó Janet.
El mozo se fue acercando a las chicas. Preguntó qué iban a tomar en un coreano muy rápido y poco amable. Regina le contesto rápidamente y el hombre lo iba anotando en una libreta sin levantar la mirada para verlas.
- Yo quiero un café grande, descafeinado cortado solo con un poquito de leche descremada y sin azúcar por favor, pero que no tenga mucha espuma... - Pedía Sara ante la desaprobatoria mirada de Janet. Regina conocía a su amiga y sabía que le gustaban las cosas ostentosas y pedirlas… todavía más, pero no estaba acostumbrada a traducir sus extravagantes pedidos.
- Yo quiero mejor un té verde...- Ordenó Janet, con aires de simpleza, haciendo un gesto negativo con la cabeza.
- Yo también quiero café, pero mediano y normal, con mucha azúcar... - Dijo Morena mirando el menú del Café, como si mirase ecuaciones de Álgebra 2, para ella era muy parecido.
- Si, yo también, lo mismo pero en lo posible con mucha espuma... - Agregó Cassandra simplemente para no incomodar más a Regina con los pedidos.
- Si, yo igual... - Terminó por ordenar Regina al poco amable y simpático mozo.
El hombre terminó de anotarlo todo y se fue sin mirarlas una sola vez.
- Ese señor me da miedo... - Dijo Janet mirando cómo el mozo se iba alejando y se perdía detrás de un mostrador color verde pastel.
- Es mala educación no mirar a la gente cuando te están hablando. - Añadió Sara.
- Chicas no se enojen, la gente acá es así, es tímida y más aún si son extranjeros, pero no lo hacen de malos.
- Hacía caras cuando le hablábamos, a mi tampoco me cayo bien. – Se unió Cassandra arrugando la nariz.
Las chicas cambiaron de tema hasta que llegó su pedido. Al parecer, algo no andaba bien con el café de Sara, que volvió a llamar al mozo con un apresurado “Excuse me”, porque el hombre ya se alejaba. Le devolvió su taza pidiendo más espuma y Regina, muy avergonzada, lo tradujo, entonces el mozo simuló una sonrisa y una reverencia, se fue muy rápido y así también volvió. Todas sintieron la mirada del hombre cuando se iba y desde ese momento no pidieron nada más, por lo que se quedaron con ganas de algo dulce. Pero lo dejaron pasar, porque el café estaba muy rico. Todas tomaban con deleite e incluso Sara lo aprobó. Ya se hacía tarde y querían volver antes de que el frío se sintiera más.
- La cuenta por favor - Pidió Regina en coreano al mozo, cuando las miró por unos segundos. El hombre hizo una reverencia y consultó su libreta.
- Son 570 won - Mostrándole la libreta a Regina con lo que habían consumido, obviando que era la única que iba a entender lo que decían aquellas anotaciones .Ya habían cambiado su dinero a la moneda coreana. Regina les explicó cuánto era y empezaron a buscar el dinero, no se les hacía fácil contarlo ya que los caracteres estaban en coreano, así que Regina separó el dinero justo.
- Aquí hay 570 won. -Y lo puso sobre la mesa.
- Yo pago. - Dijo Janet tomando el dinero.
- ¿Hay justo? - Dijo Sara mirando con desaprobación el dinero en manos de Janet. El mozo las seguía mirando indiferente, ya que no entendía una palabra de lo que hablaban mientras se pasaban el dinero. - Deberías darle propina, se nota por su cara que su trabajo no le gusta mucho...
- No vamos a dejarle propina...no nos atendió tan bien - Se negó Janet.
- Si, pero una cosa no quita la otra, dejémosle algo...
- Si, chicas. No es tanto ¿qué nos hace unos 50 won? – Intervino Cassandra.
- Esta bien - Accedió Janet de mala gana. Regina no las estaba escuchando ya que justo en aquel momento estaba absorta en su teléfono celular, respondiendo mensajes de vaya Dios a saber quién. Cuando por fin terminó, miró cómo Morena sacaba dinero de su bolso y lo ponía sobre el dinero que ya habían separado y Janet se lo entregaba al hombre.
- ¡No!  ¿Por qué ....
A todo esto, con rapidez, el hombre ya había contado el dinero y empezaba a escupir palabras que no sonaban del todo amables y no se necesitaba ser muy inteligentes para darse cuanta de que las estaban insultando, como cuando nuestra madre enojada comienza a regañarnos, no escuchamos en verdad lo que esta diciendo, pero sabemos que no es bueno. Todas miraron confundidas al hombre, excepto Regina que saltó a hacer de Juez de paz, pero Morena la sentó de un tirón y dio paso a Janet que muy ofendida empezó a defenderse de lo que sea que la acusaban. Porque el mozo no paraba de señalarla a ella y a Sara y decía algunas cosas que hacían que Regina llevara las manos a la boca. Esto bastó para que Janet entendiera y empezara a sacudir los brazos parodiando al mozo, entonces este dijo un par de cosas más a Janet y Sara, que no entendía por qué la miraba tan feo, y le hizo un gesto muy feo con el dedo a Sara.
- ¡¡¡Bastardo hipócrita!!! – Sara saltó del asiento, roja como un tomate ante la seña y Janet fue empujada por Morena a que hiciera algo más. No podía quedar así la cosa, pero Cassandra y Regina empezaron a arrastrar a sus amigas fuera del local. Sara se fue sola y volvió para sacar a Janet… Más bien, entre todas sacaron a Janet, que como último recurso agarró una servilleta y se la aventó al hombre. Todas se congelaron al ver eso, y volvieron en sí justo a tiempo para salir corriendo antes de que el mozo comenzara a gritar.
Se alejaron lo más que sus zapatos le permitieron y pararon a tomar aire. Cuando se recompusieron un poco, le dirigieron una mirada de reproche a Janet, que a su vez les dirigió una a ellas y todas se miraron entre sí antes de romper en carcajadas.
- Parece que no estamos causando una buena impresión. – Se mofó Janet, después de su descontrol.
- Te hubieras visto. Yo quería tener unos pompones para bailar atrás tuyo. – Morena se apoyó sobre una vidriera porque los pies le dolían mucho.
- ¡Están locas! Definitivamente yo no las conozco. – Dijo Cassandra y se puso a ver la vidriera en la que estaba apoyada Morena.
- ¡Callate! Vos no decías nada pero bien que hacía gestitos con la mano y la cara, como diciendo “Dale duro Janet, ¡dale duro!” – La delató Sara mientras la imitaba. – Pero yo no entiendo por qué se la agarró conmigo.
- Lo que pasa, es que en Corea, dar propinas se lo considera de mala educación. Si das una propina, estás insultando a esa persona. Y al parecer no tuvo una buena semana. Estaba diciendo que toda esa gente del local quiere que se la trate como si fuera la única presente y que los extranjeros se creen mucho con su primer mundo y que si Sara tenía un problema con el café y la espuma, que lleve su propina para comprarse café en otra parte.
- ¿QUÉ? Yo sabía que era un bastardo… ¡BASTARDO! – Gritó Sara arrastrando la R y sacudiendo los puños de forma graciosa. Todas se entraron a reír otra vez.
- Ahora sabemos que no hay que dar propinas. Vayamos a gastar esa plata en cosas para nosotras. – Propuso Cassandra y la mejor compra de la tarde, fue una mini torta, que llevaron para comer con su propio café.

Como dignas turistas, las chicas volvían de su excursión por Seúl haciendo escándalo. Tal vez por la excitación de estar en un lugar tan apartado de todo lo que conocen, tal vez por la cantidad de extravagancias que encontraron por la calle (tanto entre las tiendas como en las personas), o tal vez sólo porque adoraban hablar a los gritos, y de seguro la pelea con el mozo, tenía algo que ver. Por tanto escándalo, varias veces fueron sancionadas con la mirada por los mayores que las veían pasar y ellas disfrutaban esto haciendo gestos de autosuficiencia, o mirando para otro lado, o devolviendo algunas miradas con palabras. La partidaria para esto último era Morena, que tenía un temperamento un poco fuerte cuando de su orgullo se trataba y fue esto mismo lo que la metió en líos cuando iban volviendo al departamento de Regina.
Debido al alboroto que hacían por el pasillo al ir llegando, una de las vecinas de Regina salió a su encuentro, para retarlas y chocó de lleno con la última de las chicas, que caminaba más despacio que las demás por el dolor de pies que tenía y no la vio venir. Morena se agarró de los ruleros de la señora, que rondaba los 35 y se notaba que trataba de ocultarlos, por la mascarilla en la cara, la pedicura a medio acabar, la tintura en las cejas, los ruleros, ahora desordenados, y la fuerte fragancia a cremas que soltaba su cuerpo por debajo de la florida bata rosa. La mujer comenzó a retarla enérgicamente mientras revoleaba el dedo índice de una mano izquierda ricamente adornada en anillos. Morena sólo entendía un poco, porque la mujer hablaba demasiado rápido, pero pudo darse cuenta de que lo que la estaban diciendo, no era nada bueno. Las demás muchachas no se percataron del suceso, porque la puerta del departamento de Regina estaba junto al de esta señora y en el momento del choque, sólo faltaba entrar Morena. Las dos comenzaron a gritarse varios epítetos irreproducibles, lo que llamó la atención de las chicas que alborotadas salieron a ver qué ocurría. Lo que ellas escucharon, sí puede reproducirse.
- Mire, Señora Cara de ñoqui crudo. No tengo la menor idea de lo que me está diciendo, pero no me agrada su tono de mierrr… ¡Así que mejor váyase a seguir rezando a ver si consigue el milagro que todas esas cremas hediondas no le van a dar, – y entonces el curso por internet salió a flote cuando en coreano le gritó - ¡vieja zaparrastrosa! - o  “i noma”, que significa “gilipollas”.
Automáticamente la señora quedó muda y petrificada en un gesto que indicaba que algo iba a decir, pero por lo contrario, cerró la boca, dio media vuelta y entrando a su departamento cerró la puerta con un azote.
- Ay, More… ¿Qué pasó? - Preguntó Regina algo triste.
- ¡No se! Ella salió a gritarme y no se por qué. - Respondió Morena aún alterada por lo que había pasado. - Pero no me importa lo que sea que quería esa. ¡No puede hablarme en ese tono!
- Convengamos que los asiáticos, sobre todo los mayores, tienen esa costumbre de salir a aleccionar y a retar a cualquier menor que se les cruza. - Informó Sara, que ya había notado esa costumbre un par de veces mientras paseaban.
- Si, es cierto. A mí ya me retó varias veces esa señora y le pasa mucho a algunos de mis compañeros – Confesó Regina, algo apenada.
- Bueno ya fue, vamos adentro que me quiero bañar. - Pidió Janet y todas convinieron en ello.
Ya se habían olvidado del incidente y cada una estaba dedicada a alguna actividad. Cassandra y Regina estaban instaladas en la computadora y sólo Dios sabe qué miraban, Janet se estaba bañando, y Sara y Morena estaban preparando algo de café para acompañar la torta que compraron. Con la música tan fuerte casi no se escuchó cuando llamaron a la puerta, pero Morena estaba cerca y fue a abrir. 
- ¿Si? ¿quié…- La pregunta fue interrumpida por una nube de harina que fue a aterrizar en su cara.
No pudo ver al atacante, pero por los chillones gritos en coreano supuso que se trataba de la señora de al lado.
- Me voy a tener que bañar otra vez… ¡Ajuma! ¿Chugul-le? (¡Señora! ¿Quiere morir?) – Al escuchar esto la atacante corrió a su refugio, pero la victima la persiguió hasta la puerta donde recibió un portazo en la nariz. Ante la indignación, comenzó a descargar patadas y puñetazos contra la puerta, profiriendo todos los insultos que la rica lengua argenta tenía reservada para aquellos que quisieran usarla y supieran cómo hacerlo. Estaba tan compenetrada en esto que no hizo caso a la voz del muchacho que le hablaba. Cuando se detuvo a recuperar el aliento, lo escuchó.
- ¿Kwemchana? (¿Estas bien?) – Preguntó un chico que estaba parado junto a ella y cargaba un par de bolsas de supermercado. Tenía el pelo castaño y premeditadamente alborotado, ojos grandes, sinceros y cafés pero más claros que los de ella. Usaba una camiseta mangas largas negra debajo de una camisa azul arremangada que hacían saltar a la vista los auriculares blancos que colgaban alrededor de su cuello, unos jeans oscuros y holgados en las piernas pero bien sujetos por un cinturón blanco, del mismo color de sus zapatillas.  Era alto, tal vez 1,90. Muy alto para el gusto de Morena, ya que la hacía sentir muy baja, sobre todo en ese momento, cuando estaba en medias. No era realmente baja, pero de no ser por su complejo, no usaría tacones tan altos. Ella lo miró un tiempo sin responder y lo primero que se le escapó fue:
- Qué lindo sos… tenés mucha facha… - Si bien él no entendió ni una palabra, la expresión de Morena, hizo que soltara una sonrisa que trató de esconder con el reverso de la mano.
- ¡Ah! no… lo que te haría. ¡Sos un divino! Eh… digo… ¡Ne! Kwenchana, oppa *, kamsamnida (¡Sí! Estoy bien, oppa, gracias).  – Acto seguido, hizo una reverencia y se reprochó el haber dicho “oppa”, cuando siempre le molestó la forma en que sonaba. Trató de sonreír, pero todavía estaba muy enojada por el incidente anterior y el muchacho pudo notarlo, le sonrió dulcemente y trató de quitarle la harina de la cara mientras Morena cerraba los ojos y dejaba que la ayudara. Al parecer, la señora agregó algo a la bomba de harina porque no se quitó con una simple sacudida de cabello.
- Creo que me voy adentro a lavarme la cabeza. Evidentemente esto no es sólo harina y tengo miedo de empezar a perder pelo. Permiso… - Morena se dio media vuelta y se encaminó hacia su puerta, pero el chico la siguió. Al parecer, no entendió la despedida, tal vez porque no hubo reverencia, y cuando la indignada muchacha lo notó, intentó frenarlo con las manos, tratando de hacerlo entender. – Ya… sé que estoy muy buena y que me querés hacer cosas…- No pudo evitar reírse de su atrevimiento. - Pero acá están mis amigas y acá me quedo. Besitos, lindo.
Por desgracia (o por suerte), nadie le abría la puerta por más fuerte que tocara. Las chicas habían puesto las canciones de 2NE1 y como eran fanáticas del grupo, gracias a las constantes etiquetas que Regina les hacía en Facebook, solían ponerlo a todo volumen y cantar y bailar todas las canciones. Así que no tardó en resignarse y dar media vuelta para mirar, desahuciada, al chico que permanecía a su lado. 

    Por lo visto él notó la resignación en su cara y con otra sonrisa que otra vez intentó esconder con el reverso de la mano, le señaló el departamento junto al de Regina y con otra seña la invitó.
- Este… no sé si sea correcto. Tal vez espere acá.
- Kwemchana… ¡Ka! (Está bien... ¡Ven!) - Y dicho esto la tomó de la mano y la condujo a su departamento.
A pesar de haberse “negado” al principio, muy pronto la difícil muchacha cedió con una simple frase que resumía el porqué de su cambio de opinión.
- Sos tan lindo que siempre iría a donde me lleves, asique… ¡vamos! – Gritó levantando una mano y esbozando una gran sonrisa.
El departamento estaba bastante ordenado, una pequeña cocina era lo primero a la vista, después de un breve pasillo, pero estaba llena de utensilios, como si el chico fuera de buen comer, aunque por lo delgado que era, no se podría asegurar. Una barra desayunadora y un sofá a continuación, separaban el posible living de la habitación, ambos también muy prolijos. “Se nota que es asiático” pensó Morena, mientras sus ojos se iban hacia la cama de dos plazas en contra de su voluntad. Un enorme ropero llenaba la pared derecha del cuarto y una puerta junto a ella, que debía ser la del baño, completaban casi todo el departamento. En el ala izquierda sólo estaba un escritorio y varios estantes en las paredes llenos de libros, discos, papeles y un montón de adornos, muñecos y ese tipo de cosas que uno compra sólo porque están lindas o cree encontrarle una utilidad en su casa.
- Tu casa es linda. – Comentó Morena sin saber qué decir realmente. Él le sonrió y le indicó que se sentara en la silla del escritorio, dejó sobre él sus auriculares y el reproductor, y fue para la cocina a dejar las bolsas. Más curiosa que nerviosa comenzó a mirar con detalle los objetos que recorrían el escritorio y sin pensarlo mucho, se puso los auriculares para escuchar lo que al chico lindo le gustaba. Por supuesto que se trataba de una banda coreana, pero no era K-pop ni nada de eso. La voz del cantante era masculina y seductora, y parecía tener buenos agudos. Iba acompañado por una guitarra, un bajo y una batería. ¡Era una verdadera banda! Sin sonidos electrónicos ni coros chillones. Definitivamente el tipo de música que Morena escucharía, e inevitablemente pensó “Tenemos algo en común ¡wi!”. Entonces el joven volvió con un trapo húmedo en la mano y comenzó a limpiarle la cara y luego el cabello. Después de varios intentos, le señaló el baño y ahí, ella terminó de despojarse de los daños que la loca, de al lado, le había hecho.
- Kamsamnida, oppa (Muchas gracias, oppa)– Agradeció y se regañó una vez más.- Este… yo… no sé qué decirte. Supongo que sería muy grosero que me fuera ahora, tal vez si me invitas una taza de té… - Hizo una mímica con las manos como si bebiera de una taza.
- Oh… ¿Coffee or tee? Or…  ¿Beer? I have. You choose. (Oh... ¿Café o té? O... ¿Cerveza? Lo tengo. Tu decides) – El chico sonrió algo avergonzado por su acento y la instó a elegir. Con otra sonrisa vergonzosa, Morena aceptó el café.
- ¿Can you please tell me your name? I’m Morena (¿Podrías decirme tu nombre? Soy Morena) - Su acento era casi como la de cualquier latina intentando hablar en ingles.
- Park Jung Bin, nice to meet you (gusto en conocrte), Morena.
Y tratando de comunicarse entre coreano e inglés, hablaron de música y de libros. No se sabe hasta qué hora estuvieron, pero podemos decir que pasó el tiempo suficiente como para que las amigas de la bien acompañada muchacha empezaran a llamarla por teléfono, preguntándole si se había vuelto a Argentina sin ellas. Jung Bin la acompañó hasta la puerta del departamento de Regina y tocó la puerta por ella; cuando saludó a la patota de chicas que se abalanzó sobre la puerta, tuvo que responder varias preguntas con Regina de traductora y lo terminaron invitando para cenar uno de esos días, en señal de agradecimiento por su heroico rescate. Jung Bin se despidió de todas y especialmente de su nueva amiga, que respondió el saludo con iguales atenciones.


*Oppa: En Corea, es la manera en que las chicas llaman a los chicos mayores que ellas, a partir de un año de diferencia.

2 comentarios:

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  2. Por supuesto que no! En ningún país creemos... pero al resaltar esos detalles, lo q se intenta destacar es la personalidad de las chicas. XXO

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